¿Te
ha sucedido en alguna ocasión que estando sentado en el asiento de un coche has
tenido la sensación de que te movías cuando en realidad era el vehículo de al
lado el que se desplazaba?
Hay
muchas situaciones en las que parece que nos movemos cuando realmente es algo de nuestro entorno lo que se mueve: observando la corriente de
agua de un río desde un puente podemos tener cierta sensación de mareo porque parece
que nos desplazamos; mirando desde la ventanilla de un tren parado en la
estación al tren del andén cercano cuando éste arranca para marcharse, puede
parecernos que somos nosotros los que nos movemos,…
En
una ocasión, cuando el autobús en el que viajaba estaba detenido en un gran
atasco mientras caía una intensa tromba de agua y la carretera comenzaba a
parecerse a un río, un pasajero gritó asustado que el autobús se movía
arrastrado por el agua. En realidad el vehículo permanecía quieto pero el
pasajero tuvo la sensación de que se desplazaba al mirar el agua que fluía por
la carretera. Era el agua la que realmente se movía y provocaba esa preocupante
sensación en quien la observaba.
La
razón de todas estas confusas sensaciones que se describen en los párrafos
anteriores hay que buscarla en una de las características del movimiento, un fenómeno físico muy
conocido y experimentado por cualquiera y, que sin embargo, nos engaña en
muchas ocasiones.
Decimos
que algo se mueve cuando cambia de posición a lo largo del tiempo. Pero, ¿qué
significa físicamente cambiar de posición? Podemos decir que cambiar de
posición es modificar la distancia a la que el móvil se encuentra del
observador que percibe su movimiento, ocupando los sucesivos puntos de una línea
imaginaria descrita durante dicho cambio de posición, la trayectoria.
Son
múltiples las situaciones en las que puede hallarse el observador de un
movimiento y múltiples las percepciones que de dicho movimiento puede tener. Por lo
tanto, una misma situación de movimiento puede ser descrita de forma diferente
según la situación o percepción del observador que lo describe. Esto significa
que el movimiento es relativo, o sea, que depende del punto de vista del
observador de dicho movimiento.
Por
eso, cuando miramos desde un tren parado en la estación al interior de un tren
del andén próximo cuando éste comienza a moverse, tenemos la sensación de que
lo que vemos dentro de ese tren está en reposo y que es nuestro tren el que se
mueve. No obstante, si miramos inmediatamente a un cartel de la estación, que sabemos con
seguridad que está quieto, inmediatamente percibimos que no es nuestro tren el
que se mueve y que es el tren cercano el que lo hace.
Así
mismo, cuando miramos a un río desde un puente, si nos fijamos en un punto fijo del
cauce – una roca, por ejemplo – percibimos como el agua se mueve a su
alrededor. Sin embargo, si miramos directamente el agua, podemos tener la
sensación de que ésta está quieta y que somos nosotros los que nos movemos. Esa
misma sensación es la que tuvo el pasajero que se asustó en el autobús parado
durante la intensa lluvia, cuando miró por la ventana.
La
relatividad del movimiento se pone de manifiesto en otros aspectos relacionados
con su descripción, como pueden ser la velocidad o la
trayectoria. Por ejemplo, es fácil comprender que la velocidad puede verse afectada por la situación del observador.
Así, la velocidad que atribuimos a un coche que se mueve hacia nosotros es
mayor cuando lo observamos desde nuestro coche si éste se desplaza aproximándose a él
que si dicho coche lo observáramos quietos, de pie en la acera. En el primer
caso, la velocidad del vehículo que viene hacia nosotros la percibimos como
mayor porque se suma con la de nuestro propio coche.
En
el siguiente vídeo se presentan diferentes animaciones para explicar la
velocidad o trayectoria de determinados movimientos, descritos desde el punto
de vista de observadores en diferentes situaciones.
VÍDEO - El movimiento es relativo
VÍDEO - El movimiento es relativo